martes, 25 de noviembre de 2014

LOS INDOMABLES DE LA POLÍTICA

Hay una escena en la película "El indomable Will Hunting" que supone el punto de inflexión de la relación entre el malogrado Robin Williams y Matt Damon. Este fragmento hace que merezca la pena todo el visionado de la obra, porque el diálogo que declaman los actores me parece enormemente acertado, aunque hay que reconocer que funciona por sí solo, como comprobaréis. 

Me refiero, naturalmente, a la escena del parque:


Desde hace un tiempo, la escena política española se ha poblado de "indomables". Se trata en la mayor parte de los casos de perfiles técnicamente muy cualificados, con currículums académicos que contienen siempre carreras universitarias y varios másters. Una gran parte de ellos titulados en Ciencias Políticas o Comunicación, cuando no ambas. 


Se caracterizan, también, por disponer de una batería de medidas o propuestas que ponen de manifiesto cuán estúpidos hemos sido los demás al no vislumbrar lo que ellos con su supremacía intelectual han conseguido descifrar: el sancta sanctorum de la política; la piedra filosofal que permite sufragar las finanzas públicas sin límite; el cielo, según lo que quieren asaltar algunos.


Nada escapa a su omnipotencia y cualquier materia es abordada con idéntico entusiasmo y ausencia de prudencia y humildad. Si hablamos sobre el sistema bancario ellos saben lo que hay que hacer: nacionalizar a los que se porten mal; ¿Los paraísos fiscales y el fraude fiscal? Acabarán con esa lacra y fundarán una nueva sociedad de ciudadanos responsables que pagan alegremente sus impuestos, desde el mecánico del taller a los presidentes de las grandes empresas que no hayan sido expropiadas. ¿Jubilación a los 60 años? Pues claro que sí, ¿Por qué no?


Al igual que pensaba Will Hunting, las opiniones de los demás carecen de validez, sin perjuicio de su contenido, porque no somos tan espléndidos como ellos. Poco importa que esas opiniones estén fundadas en la práctica y la experiencia. En los errores cometidos, en los aciertos. Lo único que importa es que lo que ellos dicen es mejor, porque lo dicen ellos. 


Pero en mi opinión, más humilde que la de esos genios de la política y por lo tanto sujeta a crítica, su actitud es comparable a la de pretender que los libros de botánica huelen a flores solamente porque tratan sobre ellas.





Porque es muy fácil hablar sobre un incremento desorbitado de la partida para políticas sociales de acuerdo con lo que las teorías más intrépidas señalan, cuando nunca se ha gestionado un presupuesto público y se desconocen las consecuencias de hacer promesas milmillonarias sin saber cómo van a financiarse realmente.
Es relativamente sencillo afirmar que la lucha contra el fraude fiscal que tantos estudios e informes han detallado permitirá pagar todas las ideas que de las pizarras van a pasar a las instituciones; pero será porque quieres ignorar que determinadas cuestiones que no dependen de ti, como que la UE no va a eliminar los paraísos fiscales, echan a perder la mayor parte de tus previsiones de ingresos. 


Y es entonces cuando tienes que preguntarte cómo vas a poder pagar una sanidad, una educación y políticas de dependencia si la previsión de ingresos se reduce un 40% aproximadamente de un año a otro. Y te das cuenta que todos esos datos y documentos en los que se reflejan audaces propuestas solamente tienen su utilidad en un escenario económico y social diferente.


Es atractivo para muchos ciudadanos plantear tu programa electoral como un contrato civil cuyo incumplimiento supone la revocación inmediata de tu mandato. Seguro que en las aulas de las facultades de Ciencias Políticas se habrá teorizado mucho al respecto. 


Pero eso es porque nunca han tenido la ocasión de comprobar desde un gobierno, que el programa está basado en previsiones a varios años vista que dependen de multitud de factores sociales y económicos; que ni los sociólogos y economistas más preparados son capaces de garantizar esas previsiones; que cuando la realidad se empeña en variar el rumbo de las cosas es irresponsable continuar con el plan inicial; y que si eres coherente con tu "contrato" a los 6 meses de gobernar puedes tener que dejar de hacerlo. Y el siguiente igual. Y el siguiente igual.


En definitiva, que no pueden darse lecciones desde una supuesta superioridad ética e intelectual cuando se olvida que hace más de 2.500 años que Tucídides dio con una de las claves para comprender que entre hombre y hombre no hay grandes diferencias y que la superioridad consiste en aprovechar las lecciones de la experiencia. 


Que la política no es tanto lo que emana de las materias aprendidas en las facultades universitarias y grandes manuales teóricos, sino de la práctica de esas teorías sobre el escenario de la vida real y que esa práctica, a algunos, nos ha permitido comprobar cuán errónea era la teoría en cuestión. Que con muchos errores hemos conseguido algunos aciertos.

Y que en eso de practicar desde las instituciones el PSOE lleva algo más de 30 años llevándolo a cabo. Y que todavía tenemos que mejorar muchísimo, porque no somos perfectos y cometemos, como decía, errores. Pero que son precisamente los errores los que, a pesar de nuestros aciertos, nos obligan ser humildes y a no decirle a los ciudadanos lo que a todos nos gustaría escuchar, pero no es tan fácil de hacer. Por eso elegimos decir que lo que hacemos es difícil, aunque no todos nos quieran escuchar. Por eso perseveramos. Perseveramos.







  

jueves, 6 de noviembre de 2014

DEDICADO A ALFONSO GUERRA, CON ADMIRACIÓN Y HUMILDAD.

"Ser socialista es desear que nadie tenga tan poco como para tener que arrodillarse ante los demás, y desear que nadie tenga tanto como para que los demás se arrodillen ante él."

Alfonso Guerra.


Ayer Alfonso Guerra González anunció su marcha del Congreso de los Diputados tras 37 años ocupando ininterrumpidamente su escaño. El único diputado que permanece desde la lejanísima legislatura constituyente de 1977. Cualquier adjetivo sobre su figura es insuficiente para describirla. Su trayectoria es demasiado importante y su historia tan trascendente que queda muy lejos de mi limitada capacidad hacerle justicia con unas letras. Por eso quiero dedicarle este texto solamente a través de la experiencia personal que he podido acumular a lo largo de estos casi 6 años en los que he compartido espacio político con él.


La primera vez que tuve oportunidad de entablar conversación con Alfonso Guerra fue el día 10 de febrero de 2009. Recuerdo la fecha perfectamente porque era el día siguiente al de mi llegada al Congreso y eso, como cualquiera puede imaginar, no se olvida. Había decidido presentarme ante los socialistas históricos que había en el hemiciclo por una cuestión de educación y respeto y él era el primero de la lista. Así que me acerqué a su escaño y lo saludé. Inmediatamente me preguntó de dónde era y cuando le señalé mi procedencia hizo un comentario sobre la complicada situación de gobierno en la que nos encontrábamos los socialistas en Balears, demostrando que la política periférica seguía formando parte de sus intereses. 


A continuación me dijo: "Pues en menudo momento has llegado aquí tú, con lo complicadas que están las cosas y lo que lo van a estar..." Por lo que haciendo acopio de valor le susurré que era precisamente en esos momentos cuando las personas demuestran su valía. Él asintió con aprobación y no dijo nada más, por lo que di la conversación por terminada y me retiré discretamente tras despedirme.


He podido observar durante estos 6 años que el prestigio de Alfonso Guerra y su capacidad de análisis y observación permanecían intactos entre las filas socialistas. Durante nuestro mandato, por ejemplo, se le otorgó la presidencia de la Comisión Constitucional del Congreso, algo lógico además teniendo en cuenta que era el único "padre" de la Constitución que permanecía allí. No eran pocas las ocasiones en las que se buscaba su consejo cuando se organizaba un evento y necesitábamos catedráticos y expertos en determinada materia. "Pregunta a Alfonso Guerra", fue lo que escuché en varias ocasiones. 





Su presencia en las reuniones del Grupo Parlamentario Socialista generaba auténticos terremotos en las pocas ocasiones en las que decidía intervenir, consciente de su papel de referente histórico más que de político de actualidad. Y siempre sobre asuntos de la máxima importancia: la situación en Cataluña o la Ley de Sucesión, más recientemente. Podías estar de acuerdo con él o no, pero la maestría en la forma de exponer y abordar las cuestiones y sus vastos conocimientos y experiencias generaban admiración casi reverencial por él. 


"Cuando Aznar era presidente de la Junta de Castilla y León, gastó más de 400 millones de pesetas en imagen personal. Con ese dinero debería parecerse a Robert Redford...y es evidente que no lo es."

Alfonso Guerra.


Pero es evidente que su importancia no solamente se debe a haber sido uno de los partícipes históricos de la formación de este país tal y como lo conocemos desde la desaparición de la dictadura. Su ingenio para atacar a sus adversarios políticos o compañeros y su vis cómica son legendarios y he tenido la ocasión de comprobarlo personalmente. No recuerdo en qué reunión nos encontrábamos la pasada legislatura, pero sí perfectamente sus palabras en referencia al Gobierno de Zapatero: "Uno de los problemas que tenemos es que con esta política de naufragio no vamos a ningún sitio." "¿De naufragio?" preguntó alguien, "Sí. De naufragio, porque aquí van siempre las mujeres y los niños primero." Por supuesto, nadie se atrevió a reprocharle nada. 


También recuerdo otra ocasión en la que debatíamos sobre si debía ampliarse el periodo de sesiones parlamentarias o no. Él mostró su oposición así: "El problema de España no es una legislación insuficiente, sino su exceso. Es más, el problema de España también es su exceso de Parlamentos..." No hacía falta que explicara que se estaba refiriendo a la actual arquitectura parlamentaria de las CCAA.




Otra de las ocasiones que recuerdo, también de la pasada legislatura, es cuando nos encontramos en los ascensores del edificio en el que estaban albergados nuestros despachos. Entonces él me preguntó qué comisión estaba presidiendo, puesto que en aquella planta los diputados que teníamos oficina éramos los que ocupábamos la presidencia de una comisión. "La de Peticiones" contesté. "Esa comisión es surrealista." sentenció. Nada más que añadir. 


Incluso he podido conocer algunos aspectos sobre él que forman parte más bien de sus inquietudes personales que no políticas. Esta legislatura durante una intervención que hice en el pleno, le dije a la bancada del Partido Popular que su actitud ante la corrupción y su falta de medidas me recordaban a la frase de la juventud de San Agustín "Señor, dame castidad y dominio de mí mismo, pero no ahora." Entonces al bajar de la tribuna pasé junto a su escaño y me paró y me dijo que le había gustado mi intervención (mis disculpas por esta concesión a mi ego). A continuación señaló: "Yo soy un gran admirador de San Agustín. Hay una frase suya que dice "Cuando me analizo, me deprimo. Cuando me comparo, me enaltezco" Lo cierto es que me sorprendió su referencia al santo porque era una de las últimas personas de las que me lo esperaba del GPS, lo cual demuestra lo poco que en realidad lo conozco. 


Debo añadir que en las ocasiones en las que le pregunté si podía recibir a compañeros militantes que querían conocerlo o si estaría dispuesto a ser entrevistado por la revista Jot Down (uno de sus redactores me lo había pedido) siempre mostró una actitud colaboradora y serenamente humilde. Cuando le atosigaba con cuestiones sobre Bernstein u otro teórico del socialismo siempre me contestó con un tono pedagógico y respetuoso. No podría definirlo como alguien cercano, porque su proverbial seriedad siempre estaba presente, pero sí desde luego como alguien accesible.


Aquí concluyo este humilde repaso a algunas de mis experiencias con el que es una de las figuras más importantes del socialismo español y europeo de siempre. Podré decir de aquí a unos años que tuve la suerte de poder escucharlo y compartir escaño con él. Después de Rubalcaba, es el segundo compañero histórico que se retira del hemiciclo en la presente legislatura, lo que me resulta una metáfora perfecta del cambio de ciclo que se ha producido en el PSOE en estos últimos años. Quiero que sea una de sus frases la que finalice estas líneas dedicadas a su persona en la que demuestra, una vez más, su capacidad visionaria y analítica para retratar la realidad política. 


"La derecha siempre ha querido un Estado residual para que los grandes grupos económicos puedan campar por sus fueros y que el Estado no pueda hacer nada."

Alfonso Guerra.

sábado, 11 de octubre de 2014

TODOS SEREMOS CÍNICOS

"Cinismo: tendencia a no creer en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones ni en sus acciones, así como una tendencia a expresar esta actitud mediante la ironía, el sarcasmo y la burla."

Wikipedia.


Aunque la definición que figura en el encabezamiento es la acepción "moderna" del término, siempre me han gustado las anécdotas relacionadas con los cínicos de la corriente filosófica iniciada por Antístenes y que tiene a uno de sus máximos exponentes en la figura de Diógenes de Sinope


Las historias que se cuentan sobre su proverbial actitud son muchas. Como cuando Alejandro Magno le reconoció su grandeza y le dijo "¿Puedo hacer algo por ti?" a lo que Diógenes contestó: "Sí, apártate porque me tapas el sol." Otra menos conocida pero igualmente extraordinaria es esta: "En una ocasión, cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo especial hincapié en el hecho de que allí estaba prohibido escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse."






Hace unas semanas hablaba con un compañero en el Congreso de los Diputados sobre la actual situación del partido. Él, con una edad provecta y, por ello, muchísima experiencia vital y política a sus espaldas, me decía que le agradaba verme ilusionado con la nueva etapa del partido. "A mi edad, ya no creo en nadie ni en nada, pero cuando tenía la tuya me sentía igual." Fue al comentarle que se había convertido en un cínico, al igual que muchos otros que conozco en su situación, cuando me dijo la frase que me ha inspirado para escribir este texto: "Efectivamente, lo soy. Pero tú todavía tienes que ganarte el derecho a serlo. Aún te queda mucho."

Ambos reímos por el hallazgo en ese momento, pero después tuve tiempo de reflexionar al respecto. La decepción es algo con lo que convivimos a diario. Comenzamos por decepcionarnos con las personas que nos rodean, pasando después a hacerlo con el mundo en que vivimos y, en última instancia, acabamos decepcionándonos a nosotros mismos. Sin perjuicio de aquellos a quienes nosotros también desencantamos, por supuesto.

Cuando muchas personas afirman estar desengañadas con la política, yerran el tiro de sus acusaciones. La política es, como cualquier otra palabra, un concepto al que los seres humanos dotamos de contenido. Por eso, la política puede ser maravillosa, zafia, aburrida, interesante, emocionante o vomitiva. Porque así es como somos. 

Siempre me ha gustado pensar que la política es como la herramienta que, usada adecuadamente, nos permite conseguir las más altas aspiraciones y mejorar nuestras vidas y las de los demás. Pero claro, eso dependerá de quién o quiénes tengan la capacidad de utilizarla y de las condiciones en las que lo hagan.

Asimismo, pensé si en mi trayectoria política había sufrido muchas decepciones o no. Lo cierto es que unas cuantas sí las he padecido. Alguna de ellas incluso muy reciente. Entonces aprecié aún más las palabras de mi compañero. Tenemos que sentir a título personal esos desencantos y esos sufrimientos para llegar a dejar de creer en las personas que se dedican a esto. De nada o poco sirve que te expliquen los demás sus experiencias porque siempre crees que a ti no te va a pasar. O te niegas a pensar que alguien al que respetas, pueda ser así Hasta que compruebas que las advertencias que te habían hecho otros sobre tal o cual persona, son ciertas. 

Entonces lo ves todo de manera distinta. Lo que antes creías que era aprecio, descubres que es interés. Lo que pensabas que era convicción, es solo fachada. Lo que sentías como algo pleno, deja lugar al vacío. 

Porque hay una lógica aplastante en la siguiente reflexión: ¿Cómo va a ser capaz de cumplir sus compromisos ciudadanos una persona que no ha sido capaz de cumplir los personales que había contraído conmigo sin mediar explicación del porqué? Y es a partir de ese momento cuando eres incapaz de volver a creer en esa persona. Y por desgracia, eso sucede en ocasiones en la política.

Pero sin embargo, creo que todavía no me he ganado el derecho a definirme como un cínico. Así lo considero porque sigue habiendo muchísimas otras que todavía demuestran cada día en el ejercicio de la política, que son lo que afirman ser. Que lo que ves, es lo que hay. Naturalmente, no solo porque así lo pienses tú, sino porque otros confirman con sus experiencias que así es. 



Esas personas, conciben la lealtad como la capacidad de poder estar en desacuerdo contigo y decírtelo directamente sin intermediarios ni indirectas, pero con respeto. No como una fidelidad ciega y absoluta que no acepta contravención alguna. 

También entienden que el compromiso personal es el instrumento más poderoso y, al mismo tiempo, frágil del que se dispone en la política. Poderoso, porque constituye el núcleo en el que se asienta nuestra fortaleza para llevar a cabo nuestra convicciones. Frágil, porque una vez roto, se hace añicos y no puede volver a recomponerse. 

Esas personas, decía, también saben que, en ocasiones, las circunstancias ajenas impiden el cumplimiento de la palabra dada, pero que cuando las cosas se explican desde la sinceridad y el respeto permiten a los demás comprenderlas e, incluso a veces, aceptarlas. 

Sigo viendo a muchos compañeros que se comportan de esa manera. Y yo, con todos mis enormes defectos y limitaciones, aún trato en la medida de mi limitada condición humana de corresponder del mismo modo. Por eso todavía no me considero un cínico. Porque para serlo tendría que dejar de creer en muchas personas que siguen demostrando con su ejemplo que todavía podemos hacer las cosas bien.

Cuando pasen 30 años, si este texto sigue estando a mi alcance y puedo recordarlo, volveré a tratar esta cuestión. Entonces podré afirmar si me he convertido en un cínico o, por el contrario, sigo creyendo en las personas. También quizás aprovecharé para contar detalladamente a qué circunstancias recientes me refiero y a quiénes, concretamente. Entonces, seguro que todavía es más divertido leer estas líneas para poder situarlas en su contexto. 

domingo, 3 de agosto de 2014

LA DICTADURA DE LO INMEDIATO

A los 13 años, comencé a leer revistas musicales con asiduidad. Metal Hammer, Heavy Rock, Full Metal y similares. Me nutrían de información sobre los grupos que me interesaban y me descubrían a otros nuevos. Cada mes recibía mi ración correspondiente y esperaba ansioso su llegada al kiosko. De eso ha pasado mucho tiempo, claro. Pero me encantaba la sensación de ir descubriendo aspectos que desconocía sobre Axl Rose o Iron Maiden poco a poco, gota a gota. Me deleitaba con esos valiosos datos después durante semanas e intercambiaba esa información con mis amigos, convenientemente modificada o tergiversada para hacerla aún más sórdida o increíble. 


Por supuesto, era difícil contrastar lo que te contaban si no disponías de las fuentes correctas y las discusiones sobre si tal o cual anécdota había sucedido de una u otra manera, duraban días. 

Podríamos sustituir las revistas musicales por películas, videojuegos, libros, discos o lo que fuera. La explicación sería válida igualmente. Debatir sobre el sonido de un álbum de Led Zeppelin que todavía no habías podido escuchar; idealizar cómo sería la próxima película de James Bond o preguntar si alguien tenía los pokes para conseguir vidas infinitas del "Game Over" de Dinamic




A mí todo eso me gustaba porque, de algún modo, lo disfrutaba con el tiempo suficiente que merecía que le fuera dedicado. Me deleitaba con esas lecturas, con esas escuchas, porque sabía que tendría que esperar un tiempo para poder saborear lo siguiente, lo nuevo. Nada era efímero o, al menos, la ilusión por las cosas no era sustituida al instante por un nuevo objeto de deseo que no me permitía gozar lo anterior cuando apenas lo había podido degustar.


Todo este ejercicio de nostalgia no es gratuito, por supuesto. Se debe al reconocimiento por mi parte de ser un esclavo de la dictadura de lo inmediato en la que me (nos) encuentro (encontramos) inmerso (s). ¿Significa eso que vivo ahora en un mundo peor que hace 25 años? Depende. Depende, fundamentalmente, del uso que queramos hacer de todo cuanto nos rodea y de la capacidad que atesoremos para poder evitar algunas de las contradicciones inherentes a nuestra sociedad tecnológica. Una de ellas, el no disponer precisamente de tiempo para asimilar toda la información de la que sí disponemos. Qué paradoja, ¿verdad?


La irrupción de Internet es el mayor cataclismo que se ha producido en los últimos siglos en nuestro comportamiento social. El poder de disponer de casi todo de manera inmediata a golpe de un click no ha venido acompañado de la correspondiente reflexión sobre sus consecuencias, al menos no a título personal. 

Así, la inmediatez tan anhelada antaño no ha llegado sola sino que ha traído consigo a otros compañeros de viaje como la saturación, la ansiedad o, incluso, la irrelevancia. Ahora nada consigue centrar tanto nuestra atención presente como lo que puede depararnos lo próximo, lo futuro. Adquirimos artilugios tecnológicos de última generación y no hemos empezado siquiera a dominarlos cuando ya nos indican cómo serán los siguientes. Eso si no están obsoletos, a los pocos días de haberlos conseguido. Por eso mismo no disponemos de tiempo para conocerlos mejor, porque lo necesitamos para saber qué viene después...

Aún así todo esto no me parecería especialmente grave si solamente se tratara de objetos, de cosas evaluables al fin y al cabo económicamente. El problema es que hemos extrapolado esa inmediatez hacia las relaciones sociales, es decir, hacia las personas.


La voracidad de las masas consume seres a velocidad de vértigo mientras sus dentelladas dejan secuelas en éstos en muchos casos irreversibles. No tengo la percepción de que valoremos a los demás por su trayectoria o historial en conjunto, sino que más bien parece que los apreciamos en función de su último comentario en una red social, su última columna de opinión o su último éxito social. Y resulta imposible poder estar siempre de actualidad, como ya sabemos.

El dinamismo que requieren espacios virtuales como Facebook o Twitter no deja lugar a lo perdurable y cuando llevas unos días sin actualizar tu perfil o tus comentarios, se genera una sensación de cierto abandono o de ausencia. 


Pero esa simplificación de las cosas y de las relaciones no es necesaria ni imprescindible. Más bien al contrario, en muchas ocasiones es dañina, porque así se pierden los matices que es donde, en mi opinión, reside el encanto de las cosas, de las personas, de lo que nos hace distintos, diferentes e interesantes dentro de nuestra igualdad general. 


En cierto modo, parece como si nos hubiéramos convertido en una suerte de Beavis and Butthead que en los 90 destruyeron carreras enteras de grupos, clasificando a estos en dos únicas categorías: "cool" para las bandas que les gustaban y "sucks" para las que apestaban. Así de sencillo. El maniqueismo elevado a filosofía vital en la que no caben términos medios. Sustituyamos esas palabras por un "Me gusta" o un "retuit", por un bloqueo o ignorar una solicitud de amistad. 



Desconozco cómo va a ser la evolución social de las próximas décadas, pero resulta difícil no imaginar alguno de los futuros distópicos que tantas veces se nos ha ofrecido en la literatura y el cine de ciencia ficción, en los que los avances tecnológicos han provocado, irónicamente, un retroceso social. 

Yo quiero poder disfrutar de las personas y de las cosas dedicándoles el tiempo que requieren y merecen; quiero poder leer "En busca del tiempo perdido" de Proust sin que me domine la ansiedad de acabarlo cuanto antes para comenzar la enésima biografía de Napoleón; quiero poder completar el visionado de la filmografía de Marlon Brando pensando que tengo todo el tiempo del mundo por delante; quiero saber más cosas de las personas que me rodean y que solamente se pueden obtener charlando en una terraza soleada y no a través de sus perfiles en las redes sociales.

Quiero, en definitiva, que si has llegado hasta el final de la lectura de este texto puedas esbozar una sonrisa al pensar que el valiosísimo tiempo que le has dedicado no ha sido en vano y que la dictadura de lo inmediato ha dejado paso, por unos minutos, a la democracia de lo duradero.


lunes, 30 de junio de 2014

LO QUE SÉ DE PEDRO SÁNCHEZ

Ahora que ya es candidato oficial para ser el próximo secretario general del PSOE, circulan todo tipo de opiniones e informaciones sobre el origen y apoyos de la candidatura de Pedro Sánchez. Como siempre sucede cuando una persona genera semejante repercusión mediática, se entremezclan las informaciones erróneas con aciertos; se confunden bulos con realidades y se facilitan por parte de hagiógrafos y calumniadores todo tipo de exageraciones en una u otra dirección. 

Naturalmente, tratar de esclarecer todo lo relativo a estas resulta tarea imposible para mí: no dispongo de todas las que se han publicitado, ni tampoco estoy en posesión de una verdad absoluta, cuando muchas de ellas se basan en apreciaciones subjetivas. 

Así pues, pretendo a través de este texto facilitar mi versión de los hechos que he podido obtener de primera mano sobre la candidatura de Pedro Sánchez y su gestación.

Conocí a Pedro la pasada legislatura. Al igual que yo, llegó al Congreso de los Diputados ya iniciada la misma y prácticamente a los dos días de su aparición ya entablé conversación con él. "Me han hablado muy bien de ti, será un placer trabajar contigo desde aquí", fue lo primero que me dijo, y lo escruté con el lógico recelo con el que deben recibirse palabras elogiosas en la política. No sabía si estaba ante alguien excesivamente adulador o, por el contrario, se mostraba tal como era. Pasadas unas semanas comprobé que, por lo que a mí respectaba, era lo segundo. 

Ya con la legislatura más avanzada pude apreciar que, además, no se defendía nada mal en el hemiciclo. Me sorprendió gratamente su agilidad desde la tribuna y recuerdo especialmente una intervención ante Rosa Díez que provocó el enfado de la veterana política, delante de la cual estaba sentado en aquel entonces yo. 

No me pareció extraño, por tanto, que fuera galardonado con el premio al diputado revelación que otorga la Asociación de Periodistas Parlamentarios unos meses después, si bien debo admitir que en mi opinión también lo merecía la compañera Marta Gastón que hizo muchísimas intervenciones brillantes en aquel entonces. 

La legislatura acabó y después Pedro, con quien ya tenía una buena relación y con el que además había viajado a Ceuta junto con un pequeño grupo de compañeros diputados en los últimos meses, fue el encargado de cerrar el acto final de campaña de las elecciones generales de noviembre de 2011 en las Illes Balears. Compartí escenario con él  y posteriormente aquella noche, cuando pudimos hablar con más privacidad, recuerdo su enorme preocupación y sufrimiento ante las encuestas internas que manejaba el partido que vaticinaban lo que sucedió después. 

Sin ir más lejos, los resultados en Madrid le jugaron la mala pasada de dejarle a las puertas del escaño y tuvo que transcurrir más de un año hasta que volvió a ocupar uno cuando Cristina Narbona abandonó el suyo. Durante aquel tiempo mantuve contacto con él a través de mensajes de móvil y en perfiles de las RRSS y me consta que fui de los pocos que así lo hizo de los que habíamos sido sus compañeros de hemiciclo.



Cuando volvió esta legislatura, era una persona más templada y experimentada, a la que el año de "exilio" de la política y el trabajo realizado durante el congreso del PSOE (sin que posteriormente lo hicieran miembro de la Ejecutiva o el Comité Federal) le habían dado algunas lecciones sobre las lealtades y las amistades en la política. En mi opinión, por las conversaciones que pude mantener con él, aquello le hizo más autosuficiente y le demostró que nada está garantizado en este mundo, excepto lo que consigues con tu propio trabajo y ni siquiera así tienes la certeza de que las cosas vayan a salir como esperas.

Pero lo cierto es que ya hacia finales de 2012 y principios de 2013 Pedro comenzó a sonar en las quinielas. Y no lo hizo en los círculos de mayor poder del partido, precisamente, sino que la primera vez que escuché esa posibilidad fue a través de una compañera de escaño, Sofía Hernanz Costa (diputada ibicenca) quien me lo sugirió y que, al igual que yo, ni es miembro de la Comisión Ejecutiva Federal ni del Comité Federal. Ella hablaba únicamente por su propia iniciativa y en cuanto me lo dijo me pareció bien, hasta incluso evidente porque tenía un muy buen perfil, pero también me pareció muy difícil que pudiera hacerse realidad, porque me constaba que las apuestas iban dirigidas hacia otras personas. 

Pasados unos meses, a medida que la deriva del partido se pronunciaba y era evidente que Alfredo Pérez Rubalcaba no podía volver a presentarse como candidato, me atreví a sugerírselo personalmente al propio Pedro. Su reacción no pudo ser más natural: agradeció mis palabras, me dijo que otros compañeros ya se lo habían comentado pero que él, más allá del elogio que suponía aquello, no había pensado en dar ese paso. 

Al parecer, aquello fue incrementándose hasta el punto de que cuando volví a hablar con él, eran tantas las personas que ya le habían planteado esa posibilidad que estaba en disposición de tantear a cuantos compañeros fuera posible para comprobar si valía la pena siquiera intentarlo. Yo, por mi parte, aproveché para realizar algunos sondeos con compañeros de escaño de manera informal. Era a mediados de 2013. Lo cierto es que aunque todos lo veían como una posibilidad lejana o imposible, no hubo ninguno al que le pareciera una mala idea. Hubo incluso un compañero que me dijo jocosamente "Pedro, con ese perfil, debería presentarse a las primarias del Partido Demócrata estadounidense. Es muy kennedyano." No sería la última vez que escucharía comentarios similares. 



Y desde entonces, las cosas comenzaron a evolucionar de manera vertiginosa. Mientras él hizo las funciones de vicecoordinador de la Conferencia Política y se encargó de llevar a cabo sus primeras visitas a territorios para explicar las propuestas surgidas de ésta (entre enero y febrero de 2014), veía como en la prensa o se le ignoraba completamente o había tímidas alusiones a su persona. Recuerdo con ilusión que el Diario de Mallorca lo entrevistó en su visita a Mallorca en enero y cómo le hablé a muchos compañeros de partido de él, que todavía era desconocido para muchos militantes. 

Poco después, comenzó la campaña de las europeas con un reparto de actos entre los supuestos aspirantes  a todas luces desigual. Resulta curioso consultar las hemerotecas y comprobar hasta qué punto era ignorado en los medios y, en cierta medida, también en la organización de eventos electorales. No pretendo que sea una crítica hacia nadie en particular, ya que es cierto que en aquel entonces era, con diferencia, el más desconocido de todos. Pero sí resulta chocante ante las acusaciones que se han llegado a verter sobre si su candidatura era un montaje del aparato del PSOE o, incluso (lo que ya es un despropósito por lo errado del planteamiento) una apuesta particular del propio Rubalcaba. 

Debo decir que durante todo este tiempo en el que el calor de los focos se ha ido congregando en torno a él poco a poco, Pedro ha seguido siendo exactamente la misma persona que conozco desde hace ya casi cinco años. Y que incluso cuando escribo estas líneas ahora que ya es candidato oficial, sigue siendo el amigo y compañero que responde a tus mensajes y llamadas a pesar de tener una agenda de vértigo. 

Por supuesto, los acontecimientos de las últimas semanas han sorprendido a muchas personas, pero no a mí. En primer lugar porque he podido comprobar que la mayor parte de los compañeros que han conocido personalmente a Pedro han podido apreciar sus cualidades. En segundo lugar, porque el trabajo que ha llevado a cabo desde hace más de medio año le ha acercado a muchos militantes y ha permitido compensar la falta de dimensión mediática que conlleva su discreto cargo (que no presencia) dentro del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados y el no ser miembro de la Ejecutiva Federal ni del Comité Federal. Y en tercer lugar, porque en una carrera de la magnitud que ha emprendido, todos los activos cuentan. Desde las capacidades que se le suponen a un líder, a la empatía personal con otros compañeros, hasta la suerte y el saber estar y haber jugado bien sus cartas.


Nunca desde que aposté por él y su candidatura he tenido dudas al respecto de su capacidad y de que es la persona que puede volver a situarnos en posición de gobernar en las próximas elecciones generales. Sus propuestas políticas son conocidas y públicas, no he mencionado ninguna de ellas porque mi objetivo era contar algunas cosas sobre la persona desde mi prisma particular.

Es difícil afirmarlo, sobre todo teniendo en cuenta  los magníficos rivales que tiene para conseguir ser nombrado secretario general del PSOE, pero es posible que de aquí a unas semanas pueda comprobar como lo que empezó como algo diminuto, sencillo, humilde y únicamente armado de ilusión y ganas de trabajar se haya convertido en un proyecto real y con capacidad para cambiar las cosas. 

A veces, por qué no decirlo, la política permite que el despertar de nuestros sueños más audaces y atrevidos pueda superar incluso a estos. 


lunes, 26 de mayo de 2014

A RUBALCABA LE HA FALTADO RUBALCABA

Alfredo Pérez Rubalcaba ha anunciado que no se presentará a las primarias que el PSOE celebrará ni al Congreso extraordinario de los días 19 y 20 de julio. Era una noticia esperada, tras el resultado obtenido en los comicios europeos. Me parece, pues, un momento adecuado para valorar la trayectoria del químico transmutado en político que nunca dejó de aplicar el estudio y la ciencia en el ejercicio de la política.

Un repaso a los últimos 20 años de su carrera meteórica desde que fue nombrado ministro de la Presidencia y de Relaciones con las Cortes por Felipe González, sirve para comprobar que desde entonces ha sido (oficialmente o a la sombra) el consejero áulico de todos los presidentes y secretarios generales socialistas hasta ocupar él mismo este cargo. Su experiencia, capacidad de expresarse con convicción y sagacidad le fueron imprescindibles a un González acosado por la corrupción, el GAL y los medios conservadores. Posteriormente, estuvo al lado de Joaquín Almunia durante su breve periplo como líder socialista y después se tornó en imprescindible para José Luís Rodríguez Zapatero, como pudo comprobarse desde las elecciones de 2004 en adelante.


¿Por qué entonces el hombre al que todos buscaban para escuchar sus consejos durante dos largas décadas no ha podido brillar de igual modo cuando le ha tocado llevar a él la dirección del partido? Los motivos, en mi opinión, son varios y voy a tratar de enumerarlos aquí. 

Uno de ellos, es evidente. La situación política de España y la derrota del partido socialista en las elecciones autonómicas y locales de mayo de 2011, tras los errores cometidos por el Gobierno como el infame decreto de mayo de 2010, era un hueso imposible de roer hasta para los colmillos más afilados. Zapatero no podía volver a ser candidato a la presidencia y había que buscar a alguien que fuera respetado por los ciudadanos y con la experiencia y carisma suficientes como para evitar una debacle. En aquellos momentos, Rubalcaba era el político mejor valorado de todos los que componían el Gobierno. Por socialistas y por ciudadanos. Su elección como candidato resultó obvia, sin perjuicio de las legítimas ambiciones de Carme Chacón




Aunque ni siquiera él podía evitar una debacle anunciada que se acrecentó cuando en agosto de 2011 se acometió una reforma exprés de la Constitución que fue nulamente explicada por el Presidente del Gobierno. El rechazo ciudadano fue total e incluso dentro del propio partido socialista hubo que apagar muchos fuegos. Fue el golpe de gracia a una candidatura que más bien tenía que minimizar daños más que generar alegrías. Soy de los que piensan que si los resultados fueron nefastos con él como candidato, probablemente hubieran sido peores con otros en su lugar.

Otro de los motivos, relacionado estrechamente con el anterior, es que los nuevos vientos políticos que soplan desde hace ya unos años claman por una regeneración de la vida política y de las caras de sus agentes principales. En tal escenario, alguien que lleva sin bajar del coche oficial (como gusta decir en la capital) más de 20 años no podía enarbolar el discurso de la renovación, aunque tampoco se le pedía. Lo que en otros países como Italia, por ejemplo, es valorado como un plus a tener en cuenta, la edad, ha pasado factura a un hombre que no ha perdido un punto de su lucidez pero al que muchos ciudadanos han visto ya como amortizado o, incluso, corresponsable como anterior miembro del gobierno socialista, de la situación que después decía que iba a solucionar. 

Independientemente de lo acertado o no de la acusación contra quien había desempeñado funciones de ministro del Interior y únicamente había tenido influencia sobre la parcela económica durante unos meses como vicepresidente, es un argumento que se ha instalado en la opinión colectiva y que ha sido una barrera infranqueable para muchos. 

Por otra parte, no hay que descartar los propios errores que haya podido cometer como secretario general que son varios. Algunos motivados por decisiones propias y otros por cuestiones ajenas en un principio pero que no han sido manejadas con la celeridad o diligencia que se esperaba de quien, hasta el momento, había estado asomando la cabeza desde las trincheras para indicar a todos el camino por el que se podía transitar sin pisar las minas. Desde luego, le ha tocado dirigir el partido en uno de los momentos más complicados de su historia.

Sin embargo, a mi juicio, el motivo principal por el que no hemos podido asistir a su consolidación definitiva como el líder que necesitaba el socialismo español ha sido, como reza el título de este texto, porque a Rubalcaba le ha faltado Rubalcaba. En un giro del destino que no está carente de ironía, el consejero por excelencia no ha tenido a su lado a alguien de su talla que pudiera aconsejarle para valorar las situaciones desde otra óptica que no fuera la suya. 




Y no es porque Elena Valenciano u Óscar López no sean personas capaces. Pero su función nunca ha sido (ni lo han pretendido) convertirse en el Pepito Grillo de su secretario general. Además, la comparación sería injusta, pues ellos nunca han desempeñado funciones en gobierno alguno, ni tienen la dilatada experiencia que el propio Rubalcaba tenía ya cuando comenzó a susurrar al oído de Felipe González sus recomendaciones. 

Así pues, su principal problema lo ha constituido el no haber podido cumplir consigo mismo el papel que desempeñó tan necesario para el partido y otros dirigentes en otros momentos. 

En cierto modo, el abrupto final de su trayectoria denota que la política es una ciencia social en la que no caben teorías ni ecuaciones exactas. Nadie podría discutir que Alfredo Pérez Rubalcaba es una persona inteligente, capaz y que ha hecho muchas cosas valiosas a lo largo de su trayectoria. Pero en su expediente político también se le juzgará por estos últimos años convulsos y los resultados electorales obtenidos.

Mi opinión personal es que se va una de las personas más lúcidas y brillantes que he podido conocer en mis más de 20 años en el partido. A la que el tiempo y las circunstancias le han jugado la mala pasada de situarle en el lugar que merecía, pero en el momento más difícil para estar ahí. No me arrepiento en modo alguno de haberle apoyado para que fuera el candidato en las elecciones generales de 2011, ni tampoco en el Congreso de Sevilla. Todos los que lo hicimos confiábamos en él y su capacidad que había sido acreditada en suficientes ocasiones. 

Pero la política es como una amante insaciable, un compañero al que es imposible contentar; no importa que le hayas dado los mejores años de tu vida: puede despacharte sin miramientos en un abrir y cerrar de ojos, esperando su próxima víctima para comenzar de nuevo todo el proceso y devorarla también.


viernes, 23 de mayo de 2014

SOBRE LA JORNADA DE REFLEXIÓN

Como en cada periodo electoral en España, el día antes de la celebración de las votaciones tiene lugar la denominada "jornada de reflexión". Aunque nuestra normativa no llega a los límites de la legislación argentina, por ejemplo, entre cuyas prohibiciones figura la expedición de bebidas alcoholicas entre 12 horas antes y 3 horas después de la celebración de los comicios, no deja de ser excepcional en el seno de la Unión Europea. 


Su inclusión guarda más relación con la supuesta protección de los votantes frente a manipulaciones mediáticas o partidistas en fecha tan señalada, que con la reflexión personal propia a la que alude su denominación. No obstante y al margen del debate sobre su anacronismo, no deja de resultar interesante especular sobre qué podría ser objeto de reflexión durante la jornada previa al día de las votaciones.



Suponer que los votantes hemos recibido y analizado toda la información electoral de las formaciones que se presentan y que, tras un detallado análisis, procedemos a reflexionar sobre la que más se ajusta con nuestro credo para otorgarle nuestro voto es poco menos que un chiste, lo sé. La sobresaturación de datos, los prejuicios, la indiferencia o la militancia en alguna de esas formaciones impiden que eso sea posible. 





Sin embargo, cuando ya llevamos unos años de profundo desapego de muchas personas hacia las instituciones públicas y esa masa heterogénea conocida como "los políticos", quizá no es tan mala idea que, por una vez, seamos capaces de despojarnos de ideas preconcebidas. De superar nuestra indignación y desprecio. Y que podamos dedicar unas horas a pensar sobre la verdadera importancia de un proceso electoral y las consecuencias que van asociadas al mismo.


Naturalmente, no pretendo afirmar que esas reflexiones no hayan tenido lugar en otros momentos a lo largo del año o meses anteriores a la celebración de las elecciones. Tan solo que en el día previo a las votaciones puede ser útil realizar ese ejercicio de análisis interno.


Así pues, creo que una de las preguntas clave que debemos formularnos es si el hecho de votar puede cambiar o no algo que afecte a nuestras vidas o, por el contrario, todo va a continuar siendo igual. Si echamos un vistazo a la situación del país desde los últimos comicios celebrados (en toda España) en noviembre de 2011 podemos comprobar como ha variado sustancialmente. De cada uno depende valorar si ha sido para peor o mejor, pero es indiscutible que las normas laborales, el acceso a la justicia, a la educación o a la sanidad se han modificado en estos dos años y medio de gobierno. La situación económica y de empleo tampoco es la misma. 


Se trata de materias que inciden enormemente en nuestras vidas y las de las personas que nos rodean. Por lo tanto, podemos afirmar sin duda que del resultado de unas elecciones se derivan unas consecuencias ante las que no podemos ser indiferentes, ya que estas no lo son desde luego respecto a nosotros. En el caso de las europeas, teniendo en cuenta el altísimo porcentaje de legislación comunitaria que determina después la nacional en materias como energía, alimentación, pesca, agricultura o finanzas, también se cumple esta premisa.


Es difícil visualizar que el voto de un individuo tenga tanta importancia porque a menudo olvidamos la naturaleza global, colectiva, del procedimiento. Pero son precisamente los pensamientos relativos a la inutilidad de nuestra aportación los que nos impiden apreciar que es la suma de voluntades la que conforma las mayorías que luego crean los grupos políticos que, finalmente, inciden en nuestro entorno vital. 


Eso nos lleva a la segunda de las preguntas que debemos plantearnos. ¿Es lo mismo votar a una formación que a otra? Para hallar la respuesta debemos remitirnos de nuevo a las diferencias a las que hacía referencia en sanidad, educación, normativa laboral o justicia. El debate sobre si las políticas actuales son mejores o peores se circunscribe, como he dicho, a la esfera personal (mi opinión es de sobras conocida). Pero si incluso entre legislaturas diferentes de gobiernos de un mismo color las variaciones suelen ser palpables en estas áreas, cuando se trata de formaciones distintas son enormes. 


Habrá quienes piensen que no es así, pero las leyes promulgadas y sus consecuencias sociales, jurídicas y económicas a la vista están. También hay formaciones políticas que, a pesar de reconocer en privado las diferencias existentes, han hallado un filón mediático en equiparar públicamente a partidos distintos. No deja de resultar cómico y paradójico que eso, a su vez, les asemeja a ellos entre sí mucho más de lo que aseguran que lo están las formaciones a las que acusan. 



La tercera de las preguntas que podríamos hacernos consistiría más bien en un examen de conciencia. En preguntarnos a nosotros mismos si aplicamos siquiera la mitad del grado de exigencia que reclamamos de las instituciones democráticas. Si somos transparentes, justos, equitativos. Si pagamos nuestros impuestos y no evadimos, si somos honrados, si respetamos a todos por igual. Porque como ante cualquier acontecimiento social, afrontarlo con cierta humildad y conocimiento de las limitaciones humanas puede contribuir a diluir la convicción que muchas veces ejercemos de que nuestra supuesta superioridad moral nos impide participar en estas cuestiones. 


Por supuesto, la exigencia hacia quienes ejercen la representación pública debe ser mayor por el comportamiento ejemplar que les corresponde, pero también considero oportuna esa reflexión interna. 


Por último, ya que este texto no es más que una elucubración personal con dimensión pública y no un catálogo, también puede resultar útil valorar si nuestra vinculación directa con todo lo atinente al resultado de unas elecciones se limita a ejercer nuestro derecho a votar.  O, por el contrario, si vamos a tratar de seguir participando con nuestras críticas, nuestras quejas, nuestras felicitaciones o nuestras opiniones sin más dirigidas hacia nuestros representantes electos. La irrupción de las redes sociales permite hoy en día la posibilidad real de que así sea, por lo que ya no es excusa la supuesta muralla infranqueable que antaño sí existía. 


No puedo evitar acabar este texto recordando las palabras de Herman Hesse cuando afirmó que la práctica debe ser producto de la reflexión y no a la inversa. 


viernes, 28 de marzo de 2014

MI PESADILLA (¿REAL?)

Anoche tuve una pesadilla. No una de esas en la que te persiguen peligros indeterminados y tratas de correr pero una especie de lodazal bajo tus piernas te impide desplazarte con velocidad. Tampoco me encontraba desnudo en un centro comercial, ni en mi trabajo o la calle. Mi pesadilla era mucho más real. Esas son las que hacen daño: las que podrían suceder, las que son posibles.

Comenzaba mi sueño con una escena en la que no podía pagar el material escolar de mi hijo porque apenas tenía dinero para comprarlo: se había encarecido muchísimo tras haber aumentado el impuesto que lo grava 17 puntos. 300 € no me bastaban para asumir esos gastos.

Y es que mi situación financiera había empeorado notablemente desde que me habían despedido hacía unos meses de mi trabajo (sí, también eso me sucedía). Tras muchos años de esfuerzo y sacrificios, además de haber visto reducido mi salario en los dos últimos, me despedían porque la empresa había disminuido sus ingresos durante tres trimestres consecutivos. Yo no podía comprender aquello, porque sus dueños seguían teniendo ejercicios con beneficios. Es cierto que no tantos como el año anterior, pero no perdían nada: al contrario, continuaban ganando dinero. "Ajustes empresariales", me explicaba con la cabeza ladeada el responsable de recursos humanos.



Mantenía la esperanza de que, después de tanto tiempo trabajando, tendría una buena indemnización. Pero en la gestoría me informan que solamente me corresponden 20 días de salario por año trabajado y que mi despido es procedente. En el sueño, podía ver mi cara de estúpido mirando todos aquellos papeles que debía firmar sin posibilidad de enmienda. Tendría que afrontar todos mis gastos (hijo, hipoteca, coche, electricidad, agua, comunidad, comida, medicinas) con ese dinero y lo que me pagaran de la prestación de desempleo mientras durase. 

Pero mis problemas no finalizaban ahí. Mi padre enfermo me llamaba para decirme que tras la última modificación del sistema de pensiones, había dejado de ingresar 400 € anuales y que no podía llegar a fin de mes. "Papá, no será para tanto" le dije, pensando que el viejo exageraba, como siempre. Pero comenzó a desgranarme sus gastos y me explicó que con la subida de la factura de la electricidad, del transporte público, de los medicamentos que antes no tenía que pagar y ahora sí y con el pago del importe del alquiler, además de la comida, no le salían las cuentas. Me crucé de brazos porque ya no podía ayudarle como había hecho en alguna ocasión anterior. Mi problema, básicamente, era el mismo que el suyo: no tenía dinero para afrontar lo cotidiano. Nada de lujos ni gastos superfluos.

Entonces, en mi pesadilla, tengo una idea. Iré a ver a mi primo, el abogado, para reclamar la deuda esa que tiene contraída conmigo Javier, el "amigo" al que dejé 10.000 € hace tres años y no me ha devuelto todavía, además de no responder a mis llamadas. Qué bien me vendría ese dinero...pienso en mi hijo, en mi padre, incluso en la posibilidad de crear algo nuevo, empezar de cero. Pero todo se desmorona en cuanto me explica que tengo que pagar 350 € solamente por poner la demanda (me explica no sé qué de una tasa para la justicia gratuita), además de los honorarios del procurador, obligatorios. Los suyos, me los perdona. Hago números. No tengo los 600 € que necesito siquiera para empezar el procedimiento y todavía me falta un poco para perder lo que me queda de dignidad y pedirle que me los adelante él. 



Rabioso, cabreado, noqueado. No sabía qué hacer en el sueño. Entonces leo en la prensa que se había convocado una manifestación multitudinaria para protestar contra los recortes del Gobierno. Pienso que es mi oportunidad de salir a la calle y poder gritarles a esos sinvergüenzas lo que opino de ellos. De demostrar ante todos los demás que tan solo soy un ciudadano que pide que le dejen vivir. Que no quiero un coche nuevo, ni una tele de plasma, ni hacerme un lifting. Solamente poder levantarme cada día y saber que no voy a volver a pasar otra noche en vela pensando en cómo podrán sobrevivir los míos.

Así que no pierdo el tiempo y animo a otros a que se sumen a la manifestación a través de mi perfil en Twitter. Les digo que si todos los que no podemos más nos plantamos, el Gobierno rectificará. Que esto no puede continuar así. Que somos personas, no números en una base de datos. 

Sin embargo en mi pesadilla, la manifestación se convierte en otra pesadilla. La policía carga con una violencia inusitada contra todos los que nos hemos presentado con pancartas y consignas ante la Delegación de Gobierno. Recibo porrazos tan solo por ayudar a un chaval que se encuentra tendido en el suelo por haber recibido un golpetazo con una pelota de goma en el cogote y escapo tapándome como puedo con las manos la cabeza. 

Como sucede en los sueños, el sentido del tiempo se contrae y en cuanto llego a casa recibo una notificación. Es del juzgado y estoy imputado por la comisión de dos delitos: haber participado en una manifestación que no tenía los permisos legales concedidos ante la sede de un organismo público y haber tuiteado la convocatoria de la misma. Me piden un año de prisión y multa de doce meses por ambas acusaciones. Se me ocurre que por qué no han adjuntado una cápsula de cianuro con la comunicación. Así sería todo más fácil.

Cuando ya tan solo espero que aparezca alguien para que me dé el tiro de gracia despierto en mi cama. Son las 5.00 de la mañana y estoy completamente desvelado. Así que enciendo la tele del comedor y veo las noticias repetidas del telediario. En ellas aparece el Presidente en una comparecencia en la que, extrañamente, no hay periodistas. Tan solo él dirigiéndose a las cámaras. Dice que podemos estar todos tranquilos. Que la crisis ya ha pasado. Que lo mejor está por llegar y que la prima de riesgo ha bajado. Percibo una sensación de alivio y pienso en lo horribles y reales que pueden llegar a ser las pesadillas. Noto como el sueño comienza a vencerme de nuevo y me encamino hacia la cama para acostarme.


   

miércoles, 26 de febrero de 2014

LAS PRIMARIAS DEL PSOE

El PSOE acordó en la Conferencia Política que tuvo lugar en noviembre de 2013, celebrar elecciones primarias para la designación de sus candidatos a gobernar el país, las CCAA, consejos/cabildos y la mayor parte de municipios de España.

La decisión, aunque no es la primera vez que se usa este formato, supone un avance sin precedentes en la apertura del partido y en su apuesta por la participación democrática. Para la elección del candidato a la presidencia del gobierno las primarias serán accesibles a todos los ciudadanos que así lo deseen, siempre que se apunten en un censo previo, firmen su adhesión a los principios socialdemócratas y abonen 2 €. En las Illes Balears y en Valencia, también se realizarán con este formato para elegir a quienes optarán a la presidencia de los gobiernos autonómicos. 

De esta manera, lo que era una reivindicación de muchos ciudadanos y de gran parte de las bases de la formación se torna en realidad, con todo lo que ello conlleva, que no es poco.

Desde luego, las primarias no son necesariamente requisito exclusivo del funcionamiento democrático de un partido. El método tradicional de elección de listas con delegados para los congresos suele ser criticado por su supuesta falta de legitimidad. Pero no hay que olvidar que la elección de esos delegados se lleva a cabo mediante votación directa de todos los militantes en sus agrupaciones y que la representación delegada no deja de ser un sucedáneo de nuestro sistema de democracia representativa. 


Aún así es cierto que, a priori, es más sencillo para los aparatos de los partidos controlar los procesos congresuales que no un proceso de primarias, porque los delegados que acuden al congreso son menos personas a las que es necesario convencer que todos los militantes del partido.


Sin embargo, hay antecedentes que demuestran que un proceso de primarias no tiene por qué cambiar sustancialmente el equilibrio de poderes que pueda haber en la formación. El Partido Popular de Balears celebró en un mismo año natural un congreso y, posteriormente, unas primarias y los resultados fueron muy similares entre ambos, por ejemplo.


Pero a estas alturas, nadie discute que en una era de anhelos de expansión democrática en la que la voz de todos los militantes se puede escuchar con mucha más facilidad gracias a las tecnologías de la comunicación actuales, resulta difícil negar a los procesos de primarias su capacidad participativa y de apertura de los procedimientos de decisión hacia los integrantes de un partido. 


Ahora bien, junto con esa indiscutible aportación en participación y aperturismo, las primarias también pueden constituir un arma de doble filo si quienes militamos en la formación no somos capaces de superar la tentación de utilizarlas como arma arrojadiza entre partidarios de unos y otros. Al celebrarse dentro de un mismo partido político, el discurso ideológico de los aspirantes no suele diferenciarse mucho. Lo contrario denotaría una grave escisión política en su interior. Entonces, para hallar las diferencias hay que valorar las condiciones personales de los candidatos. Y ahí es donde hay quienes no comprenden que los argumentos públicos a utilizar para defender la elección personal de uno mismo han de formularse en positivo, resaltando las virtudes de nuestro candidato y no enfatizando los defectos del otro.


En mi opinión, no es una buena idea proclamar a los cuatro vientos los posibles vicios de los otros candidatos como justificación de nuestra posición. Porque ese o esa cadidata/o al que criticamos abiertamente puede ser que hayamos de defenderlo mañana ante los verdaderos adversarios políticos en unas elecciones. Y eso puede resultar muy incoherente. Creo que pueden aclamarse perfectamente los valores positivos de todos los aspirantes sin necesidad de tratar de destruir a los demás. Además, entiendo que es preferible escuchar antes argumentos positivos sobre otras personas que no los motivos negativos por los que no debemos apoyarlas. 


Sí comprendo que, en privado, podamos expresar nuestra predilección y explicar por qué no nos convencen otras opciones. Incluso criticar esos posibles defectos. Pero la militancia en un partido político como escenario de debate de cuestiones atinentes a lo público, comporta una responsabilidad en nuestro comportamiento exterior.

Naturalmente, nadie está a salvo de estas prácticas y se llevan a cabo de una manera u otra en casi todos los procesos de primarias por parte de militantes de todas las candidaturas. 

Junto con esta cuestión, el otro efecto que asocio a unas primarias es que pueden polarizar aún más las distintas facciones de un partido. En los procesos congresuales siempre se pueden suavizar algunos roces con la confección de las ejecutivas y de los órganos de dirección del partido integrando a personas de una y otra corriente. En unas primarias, hay un solo candidato vencedor. Y pasan muchos meses hasta que se confeccionan las listas. Incluso puede pasar un año. Eso puede ser positivo para calmar los ánimos o, al contrario, puede agrandar las distancias. Podremos comprobarlo en breve en el caso de Valencia y las Illes Balears.

En consecuencia, se trata de que todos los militantes seamos conscientes de que afrontamos un nuevo periodo de funcionamiento en el partido y que, además de todos las razones que justifican la adopción de primarias, que son muchas, hay otras cuestiones que debemos tener presentes si no queremos que las cosas salgan de manera muy distinta a cómo las habíamos imaginado. La responsabilidad nos corresponde a todos quienes participamos en estos procesos y creo que vale la pena que este partido se tome en serio la introducción de un modelo de participación que puede aportarnos muchísimas cosas buenas si somos capaces de gestionarlo debidamente.